La vi ayer y me gustó mucho. Apenas dura una hora, es una pequeña película que guarda una gran moraleja. Cuenta la historia de un chavalín que, harto de trabajar como panadero, decide marcharse de su pueblo, abandonar a su novia e instalarse en Marsella. Allí, el prota cree que ganará mucho dinero viviendo al margen de la ley, pero, una vez dentro de una banda de ladrones, descubrirá que también así tiene un estricto horario que cumplir (como ratero cutre y chulo de putas) y un duro jefe al que obedecer. Además, si los planes se complican, no será despedido del trabajo, simplemente, alguien le cortará el cuello.
Rodada con sencillez, con actores casi amateurs, la cinta capta muy bien el turbio ambiente de los bajos fondos marselleses, con sus efímeras alegrías y terribles desgracias, con esos abarrotados gimnasios de barrio donde los chavales entrenan boxeo a todas horas, bien para fortalecerse, bien para matar el tiempo. La escena del asalto al chalet está muy lograda y la persecución final te pone la carne de gallina.
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