La volví a ver ayer y es maravillosa. Una comedia ochentera del francés Eric Rohmer, que tan solo con un puñado de actores afines, una cámara fija y algunos diálogos medio improvisados, es capaz de contar la historia de Mirabelle, una guapa chica de ciudad, estudiante de etnología, que durante unas vacaciones en el campo conoce a Reinette, una granjera autodidacta, completamente diferente a ella. Tras pasar unos días en casa de Reinette, Mirabelle invita a su nueva amiga a compartir piso con ella en París. Allí, vivirán curiosas situaciones debido al carácter excesivamente provinciano e inocente de Reinette…
Una peli que dedica sus cinco primeros minutos a explicar como se arregla un pinchazo de una bicicleta, no puede ser mala. Construida como una sucesión de breves capítulos, la cinta gira en torno a las dos actrices protagonistas, Joelle Miquel y la guapa Jessica Forde (que está elegante hasta con pijama de abuela). La escena en la que un camarero paranoico retiene a Reinette en un bar porque no quiere aceptar su billete de 200 francos para pagar un café de cuatro, el robo en el supermercado, o el irónico final en la galería, donde Reinette trata de vender un cuadro sin abrir la boca debido a una absurda apuesta que ha hecho con Mirabelle, son memorables. Una pequeña gran película.
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